sábado, 7 de junio de 2008

La #1 del tenis fuera de la cancha

ANA IVANOVIC FUERA DE LA CANCHA






REINA DE REINAS








viernes, 6 de junio de 2008

Ana Ivanovic, la niña de la sonrisa, es la nueva #1 del mundo



La nueva reina sonríe, pero no es novedad. Sonríe desde siempre con esos dientes perlados. Con apenas 20 años, la serbia Ana Ivanovic tiene poco recorrido en la vida, pero intenso, y es probable que haya forjado ese rostro de felicidad continua como inconsciente forma de refugiarse en su interior cuando era más pequeña y la ex Yugoslavia se desangraba en la guerra. Hoy, esa sonrisa es una marca registrada que todos admiran y que empieza a mover en serio la maquinaria del dinero. La imponente morocha encarna la belleza y la calidez. Y ahora, también, tiene puesto el vestido de N° 1 del mundo. A Ivanovic le dicen Anita por ese aire de muñecota. Su cuerpo es un envase demasiado grande para ese rostro aniñado. Pero ese aspecto no le impide vulnerar rivales y seguir avanzando en una carrera que sube y sube, y en la que ayer sumó otro peldaño al clasificarse por segundo año seguido para disputar mañana la final de Roland Garros, al vencer a su compatriota Jelena Jankovic por 6-3, 3-6 y 6-4 en un partido apasionante y de alternativas cambiantes. Fue una jornada emotiva desde temprano, porque el duelo de rusas entre Dinara Safina y Svetlana Kuznetsova, que quedó en manos de la hermana de Marat Safin por 6-3 y 6-2, determinó que Ivanovic y Jankovic se disputaran en su partido el número uno del mundo que ya se sabía que la fría rusa Maria Sharapova iría a dejar este lunes. "Estoy shockeada. No sabía al entrar en la cancha que podía ser la número uno y me enteré en el vestuario. Claro que estoy excitadísima por eso. Pero el torneo todavía no se terminó y los rankings se publican el lunes. Me quiero concentrar en el partido con Dinara", dijo Ivanovic con su cara de inocente. Pero resulta que no dijo la verdad, porque sabía perfectamente que el número uno estaba en juego. Su hermano Milos confesó que los nervios, en determinado momento del partido, eran porque había algo tan importante como premio. Tras ganar el primer set y tener una ventaja de 3-1 en el segundo, Ivanovic perdió siete games seguidos, hasta quedar 0-2 (y luego 1-3) en el parcial decisivo. Entonces empezó nuevamente a conectarse, a soltar su potente derecha paralela, forjada en aquellos años de entrenamientos en las precarias canchas de superficie sintética montadas en una piscina olímpica que no tenía agua en invierno porque no había dinero para mantenerla caliente. Finalmente, Ana ganó el encuentro con un quiebre. Entonces, se tapó la boca mientras se mordía el labio inferior, emocionada. Se abrazó con Jankovic. Y luego repartió besos al público, que le regaló una ovación contrastante con los silbidos con los que despidió a Sharapova, la número uno saliente. "Cada torneo que una juega lo quiere ganar, y ése todavía es mi objetivo. Tengo que trabajar duro para vencer a Dinara", dijo con su voz quebradiza y una velocidad que si uno no la mirara pensaría que está leyendo. A Ana se le abre un mundo por delante, un mundo en el que creyó el suizo Dan Holzmann, un multimillonario dueño de una empresa de suplementos vitamínicos que solventó su carrera. Un mundo en el que la chica acaba de sumar a Rolex como su nuevo patrocinante, igual que Roger Federer, el rey entre los varones. Aunque Ivanovic, integrante del trío fantástico de jugadores serbios que componen también su vencida ayer y Novak Djokovic, el número 3 del mundo, será técnicamente la primera de su país en ser número uno del mundo, no habría que olvidar que en la década del noventa Monica Seles, nacida en Novi Sad, fue la mejor de todas como representante de la extinta Yugoslavia. Por eso, aunque reside en Basilea, Suiza, Anita imagina el recibimiento en su Belgrado natal: "Seguro que van a estar felices en casa y organizarán algo frente a la plaza principal, como el año pasado. Espero que Serbia esté orgullosa de mí".